Fósiles vivientes |
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Dr.
Freddy Pacheco Hace unos 100 millones de años las baulas habitaban los grandes océanos junto a otros reptiles gigantescos. Sobrevivieron los efectos de los cambios climáticos monumentales que hicieron imposible la supervivencia de muchas plantas y animales. Soportaron los choques de meteoritos y los cataclismos geológicos, relacionados con los movimientos de los continentes y la elevación de las cordilleras volcánicas, que con su intensa actividad fueron dándole forma a los valles, mesetas, montañas y playas que hoy nos parecen tan firmes. Para entonces lo que millones de años después iba a ser Costa Rica, formaba parte de los activos fondos marinos situados donde luego se formaría el Istmo Centroamericano. El hombre, el Homo sapiens, o al menos sus antecesores, habría de esperar todavía casi 100 millones de años para hacer su aparición sobre la faz del planeta. Al desaparecer los dominantes dinosaurios, las baulas con sus especiales características biológicas sustentaron su permanencia. Hoy se les considera, fósiles vivientes, gracias a sus características primitivas, si se quiere enigmáticas, pero sin duda, exitosas desde el punto de vista adaptativo. Se trata, en fin, de seres que merecen seguir existiendo y los cuales tenemos el deber supremo de proteger, pues más allá de la concepción conservacionista, ha de considerarse la dimensión ética y moral que a veces parece dejarse de lado. Hablamos por supuesto de la tortuga baula, la que enfrenta la amenaza de desaparecer para siempre en muy pocos años. De las casi 100.000 tortugas que habitaban el Océano Pacífico hace tan sólo 20 años, hoy no quedan ni 5.000, pues aunque sobrevivieron a cataclismos geológicos y atmosféricos que eliminaron a los otros grandes reptiles, pareciera que han encontrado el fin de su existencia en el hombre, en el "civilizado" habitante que gracias a su "superior" inteligencia se considera capaz de usar los recursos naturales a su antojo. En ese hombre con capacidad de fabricar un instrumento de pesca formado de cordeles de 60, 70 y hasta 100 kilómetros de longitud que con sus miles de anzuelos, le permite "barrer" con prácticamente todo lo que ose nadar hacia esas "Cortinas de la muerte", donde indiscriminadamente son capturados miles de peces... y miles de tortugas baulas. Palangres o "longlines", le llaman a esa "arte" de pesca, según la cínica denominación que se le ha dado. Al formularnos la pregunta de, ¿si podrán sobrevvirnos?, un agudo escalofrío nos recorre el espinazo, pues resulta difícil aceptar pasivamente que, como se vaticina, en menos de cinco años quizá no llegue ninguna a desovar a las playas de Costa Rica y México. De las miles ue llegaban a las costas de ambos países, en la última temporada, no llegaron ni 100. ¡Las están matando! Y no precisamente en nuestras playas. Según la organización Greenpeace, aunque no ha de desdeñarse el daño provocado por el saqueo de sus huevos y la caza ilegal para carnada en la matanza del tiburón, sí como la destrucción de sus playas de anidación por proyectos agrícolas y urbanísticos sin control, "la mayor amenaza viene por parte de las pesquerías de redes agalleras y palangres de picudos (pez espada, marlin, pez vela) que encuentran durante sus largas migraciones". Miles de tortugas mueren cada año debido a la pesca incidental en Chile y Perú y hasta hace poco en Hawai, donde mataban cerca de 800 anualmente, hasta que las autoridades norteamericanas prohibieran la esquería de palangre cerca de ese archipiélago. Así, mientras en Costa Rica protegemos su más importante playa de anidación en el Pacífico latinoamericano (El Parque Nacional Marino Las Baulas) muy lejos de nuestro país, en aguas de Chile y Perú principalmente, están acabando con ellas, repitiéndose así la historia de hace 25 años, cuando llegó a prohibirse la casa selectiva de la tortuga verde en nuestra costa caribeña, ¡mientras el dictador Somoza destazaba en Nicaragua más de 15.000 tortugas al año! Demandamos pues por la ejecución de acciones realistas de parte de nuestras autoridades. Acciones que han de dirigirse, prioritariamente, hacia el ámbito internacional en el sentido de remediar la muy crítica situación de esta maravillosa especie. De los pronunciamientos suscritos por representantes de múltiples organizaciones, ha de pasarse a la acción oficial dirigida a promover las respuestas adecuadas de parte de los gobiernos chileno y peruano. La causa de la dramática disminución en su número está documentada y es conocida por las autoridades ambientales costarricenses, por lo que no debe seguirse a la espera de acciones que, por ahora, ni siquiera se vislumbran. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar prevé las medidas internacionales tendientes "a asegurar la conservación y el desarrollo" de poblaciones como las que nos ocupa, tanto en la zona económica exclusiva como en el mar internacional. Es de esperar, por tanto, que los ministerios de Ambiente y de Relaciones Exteriores, asuman con urgencia esta tarea. Estamos contra el tiempo y mañana podría ser demasiado tarde.
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©Asociacion Para La Proteccion
de la Tortuga Baula y el Desarollo de la Bahia de Tamarindo - info@baulas.org
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